Una gran parte de nuestros problemas provienen de que le dejamos la educación de nuestros hijos a los maestros y nos olvidamos de las grandes lecciones que se aprenden en la casa y en el contacto con amigos y vecinos.
Confundimos la educación formal, el aprender a leer y a escribir, a sumar, restar y multiplicar, con la educación para la vida en comunidad, esa que nos enseña a respetar a los mayores, a compartir con los amigos, a ser solidarios y a aplicar la máxima de Benito Juárez de que "el respeto al derecho ajeno es la paz".
En algún momento en las décadas de 1960 y 70, los valores tradicionales que sirvieron de soporte a la familia dominicana por varios siglos, se perdieron y entre la nueva libertad confundida con libertinaje, y el descuido de la educación hogareña, pues los padres tenían que trabajar más para conseguir lo mínimo, la educación se nos fue de las manos.
Hoy, viendo el espectáculo que nos dan los maestros, comprendemos que la verdadera educación es una cosa muy seria para dejarla en manos de los maestros.